Publicado originalmente en Design Onbserver, por Michael Bierut, traducción Enrique Morales

He aquí algunas cosas que no tenía permitido hacer cuando comencé con mi primer trabajo:
- Usar cualquier tipografía que no fuese Helvética, Century, Times, Futura, Garamond No.3 o Bodoni.
- Usar más de dos tipografías en cualquier proyecto.
- Usar más de tres tamaños de tipografías en cualquier proyecto
- Comenzar cualquier diseño sin colocar una rejilla modular, incluyendo un encabezado o una tarjeta de presentación.
- Hacer referencias visuales a cualquier ejemplo histórico de diseño gráfico antecedente a Josef Muller-Brockmann o Armin Hoffman.
- Incorporar cualquier dispositivo gráfico que pudiese defenderse sobre la base la de la función pura.

Invitación de la Apertura de la Exhibición de Massimo Vignelli, Escuela de artes visuales, Nueva York, 1991
Cuando arribé como el más neófito de los diseñadores neófitos en Vignelli Associates en 1980, mi portafolio no pudo haber sido más ecléctico. Lleno de excitantes homenajes a todos, desde Wolfgang Weingart a los Pushpin Studios, el trabajo de mi escuela de diseño rogaba por un diagnóstico de Desorden de Personalidad Múltiple de Diseñador. Supondrás que haya sido un rebelde contra las estructuras a las que fui sujeto por mi primer patrón. En vez de eso, voluntariamente me sometí a él. Por diez años. Y, como resultado hoy en día soy un mejor diseñador.
Podrías reaccionar a esto con horror. Esa fue la certera reacción cuando la ahora conocidísima Amy Chua lanzó al mundo hace algunas semanas su ensayo en el Wall Street Journal “Porqué las Madres chinas son superiores» un extracto de sus memorias Battle Hymn of the Tiger Mother (El grito de guerra de la Madre Tigre). El ensayo, que ha sido llamado El chicotazo viral de Andrómeda para memes No tiene límites para sujetar a los jóvenes a reglas draconianas. Sin televisión, sin pijamadas, sin videojuegos. En lugar de eso, 10 horas de práctica de violín. Chua también defiende su cero tolerancia para las calificaciones menores de 10 incluso (¡atención diseñadores gráficos!) el rechazo de una no adecuada tarjeta de cumpleaños hecha a mano. En la era de los padres permisivos. La Madre Tigre toca fibras sensibles, como su ensayo original que ha recibido 7,600 comentarios y contando.
Todo esto me dejó pensando acerca de mi propia educación estricta como diseñador gráfico. Era completamente libre de ideologías cuando me gradué de la universidad. No me preocupaba acerca de la Helvetica en una rejilla como la apoteosis del reductivismo refinado como lo hacían los Modernistas suizoso los fundadores de Unimark.. Pero tampoco lo veo como la encarnación de la opresión de la era corporativa de Nixon como los disñadores como Paula Scher .Para mí, era solamente otro estilo.
Pero era un estilo que me gustaba, y me sumergí felizmente en sus rigores cuando tomé mi lugar en mi primer trabajo. Las reglas no estaban escritas en lugar alguno, ni siquiera eran explicadas explícitamente. Eran más como tabús de los que no se hablaba. Usar Cooper Black, era como el canibalismo o tener sexo con tu hermana, simplemente no se hacía. Para muchos diseñadores jóvenes en el estudio, las reglas eran demasiado. Ellos se resistían (fútilmente), se desesperaban (eventualmente), y se iban. Por quedarme, aprendí a ir más allá del estilo fácil de imitar de la Helvética en retícula. Aprendí las virtudes del modernismo.
Aprendí la atención al detalle. A trabajar con una limitada paleta de elementos que no le deja al diseñador lugar para esconderse. Con tan poco en la página, lo que ahí había debía ser perfecto. Aprendí la importancia del contenido. Ver a Massimo diseñar un libro de imágenes era una revelación. Sin bases engañosas, sin elementos. En lugar de eso, una colección cristalina de imágenes, perfectamente escaladas, cuidadosamente secuenciadas, y dramáticamente ubicadas. El producto final era nada más que las imágenes y la historia que contaban.
Aprendí humildad. Era un diseñador inteligente que amaba llamar la atención a sí mismo. La vida monástica a la que había entregado mi vida no dejaba espacio a esto. Se convirtió en mi meta, en lugar de salir del camino y dejar las palabras para que hicieran el trabajo. Finalmente, aprendí acerca de lo que soporta el diseño. No era la impulsividad y la auto – indulgencia, sino claridad y simplicidad.
Había otro lado del modernismo, sin embargo: su legado como el gran nivelador. Massimo una vez me dijo que el gran aspecto del diseño gráfico modernista era que era replicable. Podías enseñar sus principios a cualquiera, incluso a un no-diseñador, y si seguía las reglas, sería capaz de salir con una sólida, sino brillante solución. Para mí, esto era idealista — Diseño para todos — y vagamente deprimente, una prescripción para un mundo visual sin valles, pero sin picos. A veces, la impulsividad y la auto-indulgencia eran no más que eso, pero de vez en cuando eran algo que podrías llamar genialidad. Me preocupaba la genialidad.
Entonces me permití una indulgencia ocasional después de que había estado en Vignelli por un rato. Una vez hice un cartel gratuito usando Franklin Gothic para el AIGA “¿Porqué usaste esa tipografía?” me preguntó Massimo, sinceramente desconcertado. Creo que él se hubiese satisfecho si le dijese que había perdido una apuesta, o que estaba borracho. En lugar de eso, dije que por qué me dio la gana. Digo, ¡Ivan Chermayeff usó Franklin Gothic todo el tiempo! ¿ Era a caso tan malo? Otra vez, diseñando un catálogo para una exhibición de fotografías antiguas del oeste Americano, creé una portada que imitaba una marquesina del siglo XIX. Qué placer fue trabajar con media docena de tipografías del fantástico libro de Rob Roy Kelly American Wood Type. Haciendo eso me las arreglé para de hecho, romper al menos tres reglas a la vez (tipografías no autorizadas, demasiadas tipografías a la vez, y, tal vez la peor de todas, imitación histórica). Massimo pronunció el resultado como “atroz” una palabra que él podía (y todavía puede) dar con una memorable inflexión que hasta parece mordaz. Aún me gusta esa portada.
Al tiempo que dejé Vignelli Associates en 1990, Sentí que estaba listo para moverme más allá de las limitantes estructuras del modernismo. El período de auto-indulgencia gráfica que siguió es ahora, un poquito doloroso de contemplar. Después de un tiempo logré apreciar al rudo amor que mi maestro favorito administró cuidadosamente por una década. El punto de retorno llegó cerca de 1996, cuando recibí una llamada para diseñar un libro para Tibor Kalman. Esto fue lo que se convertiría en el Tibor Kalman: Perverse Optimist (Tibor Kalman: Optimista Perverso.) Estaba sorprendido y halagado. Como diseñador en Vignelli Associates, había seguido el trabajo de M&Co con interés y admiración, notando con qué frecuencia él rompía cada regla del diseño en el mundo con descaro e impunidad. Llegué a mi cita con Tibor, rebosante de nociones acerca de cómo mi libro de diseño debería encarnar la irreverencia de M&Co. La visión del mundo.
Tibor escuchó pacientemente mis ideas —había muchas— y entonces, hizo una pausa larga. “Bueno, sí, podrías hacer algunas cosas como esas” él respondió cuidadosamente. “O, podríamos hacer algo como esto. Podrás trabajar con una buena retícula limpia. Podríamos editar todas las imágenes con mucho cuidado. Entonces podrías hacer un buen y diseño limpio, paz perfecta, secuencia perfecta. Tú sabes,” él agregó con una sonrisa, “una especie de libro Vignelli. Y entonces, podríamos chingarlo un poquito”
Entonces ahí comprendí, cualquiera que sea el crédito (o la culpa) de tu madre o tu mentor, tu nunca puedes escapar completamente a tus influencias. Las reglas, con las que creciste son las que te hacen, como persona y como diseñador. El truco es recordar, de vez en cuando, que debes chingarlas un poquito.